Foto de Carlos Guido y Spano
Biografía de Carlos Guido y Spano
Hijo ilustre del General Guido y de doña Pilar
Spano, distinguida dama chilena, se conjugaron felizmente en don Carlos Guido y
Spano el austero talento del padre y la gracia poética de la madre. La
elevación espiritual de ese ejemplar arraigó en el hijo tanto más hondamente
cuanto que éste sentía verdadera devoción por sus padres.
Había nacido en Buenos Aires el 19 de enero
de 1827 y aquí mismo transcurrió su infancia y cursó los primeros estudios,
hasta que en 1840 su padre, que desempeñaba la embajada de Río de Janeiro, lo
llevó a su lado junto con el resto de la familia. Allí empezó a despertar en
él, en plena adolescencia, la afición a las letras, las artes y todo lo bello.
Contaba 19 años cuando hace un romántico y breve retorno a la patria. En 1848,
enviado a París porque su hermano Daniel se encontraba allí enfermo, tuvo la
gran pena de conocer a su arribo, la noticia de la muerte de éste. Luego del
espectáculo de la revolución de aquel año, había de distraer su dolor templando
su espíritu liberal y afinado su exquisita cultura políglota.
Vuelto a Río y mimado de aquella sociedad, se
mezcla a los círculos intelectuales en los que también es muy estimado. De
nuevo viaja a Europa visitando esta vez primero Inglaterra, por cuya democracia
manifiesta gran admiración, y después a Francia, en cuyas luchas participa
quijotescamente. Y en 1852 regresa al país para ser testigo de la revolución de
Septiembre. Se mantiene al margen de los acontecimientos políticos, dedicándose
por entero a la labor literaria hasta que toma parte de la defensa de Buenos Aires
como ayudante del general Pacheco en la revolución de Lagos. Pero casi
enseguida debe partir hacia Montevideo siguiendo a su padre que había sido
desterrado.
Ya restablecida la Paz, cuando el doctor
Derqui ocupa la presidencia, lo nombra subsecretario del departamento de
Relaciones Exteriores. Nuestro poeta renuncia al cargo en octubre de 1861 y
nuevamente va a refugiarse en Montevideo. Sobreviene para él una época de
mezquina lucha por la vida que pone a prueba su natural optimismo y
despreocupación de las cosas materiales. Debe volver incluso a Brasil, patria
de sus primeros sueños juveniles, en misión comercial. Retorna allí al grupo de
sus viejas amistades, pero el artista de alma, un si es no es bohemia, no está
hecho para esta clase de empresas, y helo otra vez en patria, entre sus libros
y versos, en medio de penurias económicas con la sola compensación de los
afectos familiares. En poco tiempo pierde a sus padres. Asola la ciudad la
fiebre amarilla de 1871, y con infinita abnegación y simpatía humana Guido y
Spano se alista como primer soldado en la cruzada defensiva. Pierde también a
la esposa. Tantos dolores acumulados parecen deprimirlo profundamente. Pero
logra recomponerse y en 1872, siendo ministro de Avellaneda, le confía la
Secretaría del Departamento Nacional de Agricultura de reciente creación.
Desarrolla allí una proficua labor de dos años y ha de dejar el puesto para
correr a la defensa del gobierno en la abortada revolución del 74´.
Algún tiempo después pasa a la dirección del
Archivo General de la Provincia y desempeña también la vocalía del Consejo
Nacional de Educación. Al fin, acogido a los beneficios de la jubilación, se
retira a la vida privada. Pero se afirma cada día su fama literaria y crece su
popularidad alimentada por su natural hidalguía, generosidad y exquisitas dotes
de conservador. Murió ya muy anciano el 25 de julio de 1916, habiendo
conservado hasta los últimos tiempos toda la frescura y juventud de su
espíritu, rodeado de jóvenes y viejos que lo visitan y consultan como al más
respetado patriarca de las letras. Grandes homenajes oficiales y populares se
rinden en su tumba.
Fue Guido y Spano un delicadísimo poeta que
amalgamó con sello muy personal, el sentido moderno de su poesía con un clásico
equilibrio en la expresión de los sentimientos más tiernos y la contemplación
casi pagana de la belleza. Se inicia como poeta publicando algunas
composiciones en 1854, en la "Revista el Paraná", más tarde publica Ecos
Lejanos y en 1871 Hojas al viento. Hay entre sus poemas verdaderas piezas de
antología como Myrta en el baño y En los guindos. Cantó con particular ternura
los afectos del hogar en At Home, A mi hija María del Pilar y muchas otras.
No es menos notable su prosa elegante y
limpia. A la par que deliciosas descripciones desenvuelve con admirable humor,
mitad sajón y mitad latino, sagaces reflexiones y juicios certeros. Su
principal obra de prosista está contenida en Ráfagas, publicado en 1879. Llama
la atención muy especialmente la carta autobiográfica.